Ayer volví a nacer

Los segundos previos quizás fueron los más largos de mi vida. Pero ayer volví a nacer.

Largos. Inciertos. Nublados. Inexplicables.

Dicen que justo antes de morir se suceden en la mente las secuencias de lo que has vivido. Nadie te dice que las que realmente te atormentan son las secuencias de lo que te queda por vivir.

Yo no vi la muerte. Pero sí que la imaginé. Y fue horrible. Maravilloso.

7 meses

¿Es como una lanzadera pero más grande? No. Ok, entonces me lo pienso.

paracaidas_panico_practico_izal90 minutos

Quise hacer como que no pasaba nada, pero pasaba. Quedaban 90 minutos para saltar desde un avión en marcha y a 4.000 metros de altitud.

Tocaba asumirlo: en un rato me estaría tirando en paracaídas. Y ahí estaba yo, buscando en Internet la probabilidad de perder la vida al dejarla en manos de una tela y un desconocido.

«La gente muere en el paracaidismo y tienes que aceptar ese hecho antes de saltar», aconsejaban en una web en la que nunca debí de entrar a hora y media de probarlo. La probabilidad es «1 en 250000 a 500000 saltos en un tándem», estimaban.

30 minutos

Ay. Dios mío. Y yo sin testamento. Sin vuelta al mundo. Sin hijos. Sin la certeza de haber hecho algo en la vida. Sin pisar la Luna. Sin cruzar el umbral de los 30.  Donad mis órganos, por favor. Diles a todos que les quiero. Y que lo siento.

Hemos llegado. Aparcamos. Queda media hora para saltar y no precisamente a la comba. Ni a ningún juego. Miedo. Caca. Tic tac. Tic tac. Es el tercer peor momento de la experiencia. El de los 30 minutos antes. El de mirar hacia el cielo y sentirme amenazada. El de desconfiar de mi cordura. El ineludible quécoñohagoaquí.

Lo sé. Sé que es más probable morir en coche, hasta andando. Pero esto es más gratuito. Quién me manda a mí.

Clic. Un golpe imaginario en la cabeza me recoloca las ideas. Así funciono. Quedan 28 minutos. No te engañes con preguntas. Te vas a tirar y lo sabes. La vida es una lucha constante contra el miedo y tienes claro que hoy vencerás.

25 minutos

Hola. Tenemos hora para lanzarnos al vacío ¿es aquí? Pasad. Firma de rigor aceptando que podré perder la vida en el acto y que es mi responsabilidad. «En Madrid, a 22 de julio de 2014. Estoy en plenas condiciones para realizar esta actividad». Aparición estelar de Pepito Grillo «María, no mientas. Plena, plena…» Calla, Pepito. Eres muy cansino.

Ganas de dudar. Sin tiempo para dudas. Tic tac. Tic tac. Qué calma más enérgica se respira en el ambiente. Música. Instructores al Sol. Muchas sonrisas. Va a ser cierto que esta gente es más feliz que la media. Más alegre al menos.

Hola. Soy la persona que va a poner su vida en manos de la tuya. Hola qué tal. Risas. Más risas. El arnés al revés para destensar. Vaciles. Más vaciles. Tu instructor bromeando «soy novato». Ey, tú, menos risas. No, no. Lo retiro. Mejor más.

5 minutos

¿YA? Estoy subida en un avión. Creo que si hubiera sido de papel no habría sentido ningún miedo. Es increíble el poder de relativizar que tiene la mente. Como si se estrella. Te vas a tirar en paracaídas en 5 minutos así que ahora todo lo demás te parece una nimiedad. Lógica pura.

3 minutos

No entiendo nada. Respiro con más calma que aparcando el coche. Me acompaña el miedo obligatorio. No más. Y quedan tres minutos. No más.

Recordamos las posturas pertinentes y me invade un inesperado ataque de racionalidad. Como cuando estudiaba para un examen y no como si estuviera en las puertas del cielo, me pongo a inventar reglas nemotécnicas: «A ver, pies delante del peldaño. Sábado noche (pelvis fuera). Agarrada. Suelta. Agarrada. Al aterrizar (por favor, que aterrice) postura fetal.» Bien, me lo sé.

La inconcebible «»»tranquilidad»»» (con triple comilla) llega a su fin. Y si el tercer peor momento era el de aparcar, he aquí el segundo: SE ABRE LA PUERTA DEL AVIÓN. Tú, tú, tú. CACA. La impresión del viento en la cara. El ruido tétrico anunciando el desafío. El verdadero momento de la consciencia. Ya está. Vida, te quiero conmigo. Me encantas. No me dejes, por favor.

1 minuto

Un minuto para mi salto. Un chico se levanta y se pone en la puerta. Sin tandem. A solas con sus dos cojones. Permaneció inmóvil en el aire el tiempo mínimo que necesitó mi retina para verlo. Después ya no estaba. Desapareció en dirección horizontal, como en las películas. Pego un grito. Ahora sí.

Aunque entonces no lo sabía, la siguiente fue la peor parte. Esta sí. Observar a cámara lenta mental y a cámara extrarápida real cómo mi hermano se acercaba a la ventana abierta de un avión y ponía los pies fuera. Me muero. Ay. No, por favor. Su imagen despegándose de allí sin más protección que la del aire y la fe ciega en que todo saldrá bien. Porque TIENE QUE salir. La tensión paralizadora de saber que soy la siguiente se mezcla con la horrible visión del cuerpo de tu hermano cayendo al vacio. Su figura cada vez más pequeña hasta verla desparecer.

10 segundos

Todavía me sorprendo de la capacidad de la mente para volverse práctica cuando ya no hay vuelta atrás. Acojonada a la vez que con la parsimonia de quién pregunta en el supermercado quién da la vez, repaso mentalmente los deberes, a una velocidad muy superior al ritmo de mis ideas cuando mantengo los pies en la tierra. Peldaño – sábado noche – manos fuera – manos dentro – posición fetal.

5 segundos

Cuando menos te lo esperas ya eres presa del raciocinio. Vas a tirarte  sí o sí así que mejor hacerlo bien. No es momento de lloriqueos sino de seguir adelante lo mejor que puedas. Me asomo a la nada. Ay Señor. Grito para hacerme notar entre el ruido ensordecedor del aire que irrumpe en  la ventana abierta de un avión en marcha «¡¿Pongo los piés aquí, no?!»

1 segundo

«¡Sí, campeona!» grita el instructor. Con un pie dentro y con el otro fuera. «¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!!!»

Caída libre. El tiempo pasa despacio. Pero a toda velocidad. Qué extraño. Estoy volando. Esto es muy fuerte. No hay paracaídas aún. Qué increíble. Se abre. Floto. Me indica con un gesto en sus manos que todo marcha bien. Me lo voy a creer. No me queda otra que sonreír. Estoy en el aire y pienso disfrutar.

Risas. Muchas risas. Literales carcajadas al viento. Gritos de emoción. Sensaciones encontradas. La brisa en la cara. El aire sosteniéndome firme. La adrenalina disfrazada de calma. Me encanta. Estoy volando y soy muy feliz.

Ayer volví a nacer. Y no porque estuviera a punto de morir. Sino por las ganas que me entraron de vivir.

[Las imágenes son tres capturas del Videoclip «Pánico Práctico» de Izal]

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14 comentarios en “Ayer volví a nacer

  1. Menuda tensión mientras lo leía!
    Lo del paracaídas es la típica actividad que sale en un grupo de amigos cada X tiempo y yo siempre rehuyo… No me hace demasiada gracia, pero es lo típico que luego pruebas y disfrutas (creo) jaja.

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    • Jajaja yo no pude huir porque era un regalo, ¡y habría estado feo!
      Aunque la decisión última siempre es del que se tira, a veces hace falta el empujón (nunca mejor dicho :D).
      Yo lo disfruté muchísimo, la verdad. Y al final agradecí que me hubieran hecho ese regalo tan arriesgado. Me podía haber dado por tirárselo a la cara, pero no, le salió bien 😉
      ¡Un saludo!

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  2. Que bueno ¡¡¡
    Me ha encantado tu relato , no se podría explicar mejor ,
    Sabias que todas esas sensaciones se multiplican por 10 cuando empiezas a saltar solo??
    Pues así es. Te lo imaginas???
    no , no es imaginable , solo es experimentable (palabro nuevo).
    De camino a mi salto 300.

    UN ABRAZO PAJARA

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    • Jajajaja no me lo imagino, no. Como tú dices eso es solo experimentable 😉
      Si algún día lo pruebo haré la versión dos del relato 😀
      Muchas gracias por tu comentario, pájaro 🙂

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  3. Acabas de describir mi primer tándem hace ya casi un año. En vez de mi hermano fue mi chica la que salió volando por la puerta del avión justo antes que yo.

    Ahora llevo ya 26 saltos. Salto solo y he hecho mi primera estrella en el cielo. Lo genial es que con cada salto, vuelvo a nacer, vuelvo a querer vivir más que nunca. Y aún así, cada vez que estoy en el avión, hay una voz dentro de mí diciendo «¿otra vez aquí? ¿en serio?» Pero cada vez que aterrizas sabes que volverás a hacerlo.

    Ten cuidado con repetir, porque sin darte cuenta estarás haciendo un curso y volando sola también 🙂

    Me ha encantado tu texto, me he vuelto a poner casi tan nervioso como aquel primer día. Gracias ^^

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    • ¡Hola!
      Sí que le has cogido gusto, sí. ¡No hace ni un año y ya vas por 26! 😀
      Me encanta saber que hay alguien al otro lado entendiendo exactamente a qué sensaciones me refiero. Los intensos segundos previos, la imagen impactante de tu acompañante desapareciendo en el vacío, el «ay madre, que ya me toca», la inseguridad extrañamente segura del empujón, los auténticos gritos de la felicidad… Parece mentira que se mezcle tanto en tan poco… ¡Aisss!
      Muchas gracias por tu comentario y por hacerme revivir el renacer 😉

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